La economía circular como negocio ineludible
El modelo económico actual, basado en la extracción, producción y descarte, se agota frente a una verdad tan simple como implacable: los recursos naturales son finitos. Pero en el horizonte emerge una nueva lógica, capaz no solo de ofrecer sostenibilidad ambiental, sino también rentabilidad económica: la economía circular. En esta espiral regenerativa, los residuos se transforman en recursos y las oportunidades se multiplican, gestando un terreno fértil para los negocios del mañana.
“Lo que hoy tiramos, mañana valdrá oro”
Por: Gabriel E. Levy B.
Desde mediados del siglo XX, la economía global operó bajo un principio de consumo acelerado que encontró su apogeo en la revolución industrial y, más tarde, en la globalización. El modelo lineal —extraer, fabricar, usar y desechar— resultó funcional mientras los recursos parecieron inagotables. Sin embargo, hacia finales de los años setenta, voces críticas comenzaron a advertir que esa lógica contenía su propio límite.
Fue en 1966 cuando Kenneth Boulding, economista británico, introdujo el concepto de “economía espacial” en su ensayo The Economics of the Coming Spaceship Earth, donde planteó que la Tierra debía gestionarse como una nave cerrada con recursos limitados. Su pensamiento anticipó, de manera visionaria, los principios que décadas después darían forma a la economía circular.
En los años noventa, Walter R. Stahel y Geneviève Reday-Mulvey propusieron formalmente la idea de una economía en bucle cerrado para reducir el desperdicio y alargar la vida útil de los productos. Este planteamiento, recogido por la Fundación Ellen MacArthur, sentó las bases del movimiento contemporáneo. Lo que comenzó como una preocupación ambiental se transformó, progresivamente, en una estrategia económica con beneficios tangibles.
“Rediseñar el sistema económico para que nada se desperdicie”
La economía circular no es simplemente una moda verde. Es una reconfiguración profunda de los sistemas productivos. Este modelo propone alargar el ciclo de vida de los productos, reducir el consumo de materias primas vírgenes, reutilizar materiales y promover el ecodiseño. Pero, sobre todo, es una economía que transforma el concepto de “residuo” en el de “recurso”.
En Europa, este paradigma tomó forma normativa con el Plan de Acción para la Economía Circular de la Comisión Europea, lanzado en 2015 y reforzado en 2020 como parte del Pacto Verde Europeo. El objetivo es ambicioso: disociar el crecimiento económico del uso de recursos naturales, impulsando al mismo tiempo empleos de calidad y crecimiento sostenible. Según la Comisión Europea, esta transición podría generar más de 700.000 empleos en el continente para 2030.
América Latina, aunque con ritmos desiguales, también comenzó a transitar este camino. Países como Colombia, Chile y México incorporaron políticas públicas para fomentar modelos productivos circulares. En 2021, la CEPAL publicó un informe que destacó el potencial de la economía circular en la región como motor de innovación y competitividad.
La Fundación Ellen MacArthur sostiene que aplicar principios circulares en sectores clave como el plástico, el textil o la alimentación puede significar un ahorro de 700.000 millones de dólares anuales a nivel global. Este dato no solo refleja un impacto económico directo, sino una promesa: quien invierta en circularidad no solo hará lo correcto, también lo rentable.
“Invertir donde otros solo ven basura”
La economía circular no solo es una solución ambiental; es, ante todo, una nueva frontera de oportunidades económicas. Según un estudio del Foro Económico Mundial de 2023, el mercado global de soluciones circulares ya supera los 4,5 billones de dólares y sigue en expansión. Esto incluye desde el reciclaje avanzado hasta la biomímesis, pasando por la reutilización de productos, el diseño modular, la reparación y el alquiler compartido.
Empresas emergentes —como Loop Industries, que recicla plásticos de baja calidad con alta eficiencia energética, o Fairphone, que diseña teléfonos móviles modulares y reparables— captan la atención de inversores que buscan rentabilidad sin sacrificar responsabilidad.
Incluso los fondos de inversión tradicionales se están adaptando. El BlackRock Circular Economy Fund, lanzado en 2019, invierte exclusivamente en compañías que promueven modelos circulares, y su rentabilidad superó en algunos tramos al S&P 500. “El cambio ya no es una opción, sino una condición para competir”, declaró Larry Fink, CEO de BlackRock, en su carta anual de 2022.
El auge del ecodiseño, la producción basada en residuos industriales, el mercado de segunda mano o las plataformas de reparación, abre puertas a nuevos modelos de negocios en sectores que van desde la moda hasta la construcción, pasando por la tecnología. Incluso el mercado financiero comienza a medir el “riesgo lineal”, es decir, la exposición de una empresa a modelos productivos obsoletos y ambientalmente insostenibles.
“Ciudades que transforman desechos en innovación”
En Ámsterdam, la economía circular se convirtió en política pública y plan estratégico. La ciudad proyecta una reducción del 50% en el uso de materias primas para 2030, y alcanzar un sistema 100% circular en 2050. Entre sus iniciativas se encuentra Circl, un edificio bancario que puede desmontarse completamente para ser reutilizado en nuevos proyectos. Su construcción se realizó con materiales reciclados, y su mobiliario es completamente de segunda mano.
En América Latina, el caso de Reciclarg en Argentina resulta paradigmático. Esta empresa se dedica a la gestión de residuos electrónicos, reutilizando hasta el 97% de los componentes que recibe. Además de reducir toneladas de basura tecnológica, genera empleo e inclusión social, al incorporar a trabajadores previamente excluidos del mercado formal.
Chile, por su parte, lanzó la Hoja de Ruta para la Economía Circular al 2040, que busca eliminar los vertederos ilegales, incentivar el ecodiseño y formalizar el reciclaje, que hoy recae en su mayoría sobre recicladores informales.
España también ha mostrado un avance significativo con el Plan de Acción de Economía Circular impulsado por el Ministerio para la Transición Ecológica. Allí, proyectos como Ecoembes o Too Good To Go no solo luchan contra el desperdicio, sino que generan modelos de negocio escalables.
Incluso en sectores como la construcción, tradicionalmente intensivos en recursos, empiezan a surgir soluciones circulares. El concreto reciclado, la reutilización de estructuras o la digitalización de los materiales mediante BIM (Building Information Modeling), permiten reducir impactos ambientales y al mismo tiempo ahorrar costos.
En conclusión, la economía circular no es una simple alternativa ecológica: es una necesidad estructural y una oportunidad de inversión real. Lejos de ser un lujo para países ricos o un ideal inalcanzable, se perfila como la base de una nueva racionalidad económica: regenerativa, inclusiva y rentable. Apostar por la circularidad hoy es, quizá, la forma más sensata —y estratégica— de diseñar el mañana.
Referencias:
- Boulding, KE (1966). La economía de la futura nave espacial Tierra .
- Fundación Ellen MacArthur. Completando el panorama: Cómo la economía circular aborda el cambio climático (2019).
- Comisión Europea. Circular Economy Action Plan (2020).
- CEPAL. Economía Circular en América Latina y el Caribe (2021).
- Foro Económico Mundial. Circular Economy: What’s Next? (2023).
- Carta de Larry Fink a los CEOs (BlackRock, 2022).