Las oportunidades escondidas de la Minería urbana

En los sótanos de las ciudades yacen yacimientos invisibles. No se escuchan detonaciones ni se ven cascos brillantes, pero ahí, en los residuos electrónicos, habita una promesa que la economía circular apenas comienza a descifrar. La minería urbana no es solo una alternativa: es un nuevo paradigma. Recuperar metales críticos de lo que ya usamos podría cambiar el tablero geopolítico y la dependencia global de recursos naturales.

“La chatarra electrónica es el nuevo oro”

Por: Gabriel E. Levy B.

Durante décadas, el progreso tecnológico se alimentó de un ciclo voraz: extraer, producir, consumir y desechar.

Desde los años 70, con la aceleración de la obsolescencia programada, se intensificó la extracción de minerales como litio, cobalto, estaño, tungsteno y tierras raras, esenciales para computadoras, teléfonos, automóviles eléctricos y turbinas eólicas.

África, América Latina y Asia sostuvieron con sus recursos la revolución digital y energética del Norte Global, mientras las montañas de desechos electrónicos crecieron silenciosas.

La economía circular, propuesta como respuesta al modelo lineal de consumo, propuso en sus inicios cerrar los ciclos de materiales, pero se enfocó principalmente en los residuos más visibles: plásticos, cartón, textiles.

Poco se habló de los minerales valiosos atrapados en la basura electrónica. La idea de “minería urbana”, es decir, extraer estos recursos de dispositivos en desuso, surgió a finales del siglo XX, pero su desarrollo fue lento y disperso.

Hasta que la geopolítica y el agotamiento natural empezaron a señalar otra dirección.

“El siglo XXI será metálico o no será”: una carrera por los recursos bajo tierra… y en la basura

La transición energética que empuja a las potencias globales a abandonar los combustibles fósiles tiene un costo material subterráneo.

El Banco Mundial estima que, para alcanzar los objetivos del Acuerdo de París, el mundo necesitará un 500% más de minerales estratégicos en los próximos 30 años.

Sin embargo, la extracción minera tradicional tropieza con límites ambientales, sociales y económicos.

La paradoja es cruel: se busca descarbonizar la economía, pero se lo hace a expensas de más minería.

En este contexto, la economía circular empieza a mirar hacia los vertederos, los desarmaderos de electrodomésticos y los depósitos de residuos tecnológicos.

Un informe del Instituto de las Naciones Unidas para la Formación y la Investigación (UNITAR) reveló que, en 2022, el mundo generó 62 millones de toneladas de residuos electrónicos, de los cuales solo el 22% se recicló formalmente. En esos desechos había más de $90 mil millones en metales recuperables.

Es ahí donde la minería urbana se posiciona como un eje oculto pero potencialmente revolucionario de la economía circular.

No se trata solo de evitar contaminar menos, sino de reimaginar las ciudades como minas modernas, donde los residuos son vetas inexploradas de recursos estratégicos.

Autores como Marina Fischer-Kowalski y Walter R. Stahel han advertido sobre la necesidad de medir los flujos materiales urbanos con más precisión, y de desarrollar infraestructuras que permitan no solo recolectar, sino refinar, desmontar y reutilizar con alta eficiencia tecnológica.

“El valor escondido en lo que no vemos”: más allá del reciclaje, una infraestructura del desmontaje

La minería urbana no es un simple reciclaje. Implica un proceso sofisticado de identificación, extracción y revalorización de metales contenidos en productos desechados. Mientras que el reciclaje tradicional tritura, quema o funde, la minería urbana apuesta por la extracción selectiva de materiales valiosos, a menudo a nivel microscópico.

Por ejemplo, un smartphone puede contener hasta 60 elementos distintos, incluidos oro, paladio, platino, neodimio, tántalo y tierras raras. Pero acceder a estos metales requiere tecnologías específicas: procesos químicos no contaminantes, robótica de desmontaje y modelos logísticos que recojan dispositivos al final de su vida útil con precisión quirúrgica.

La mayoría de las ciudades no cuenta con esta infraestructura. Además, las leyes de residuos electrónicos suelen ser ineficaces o están desactualizadas. Europa lidera tímidamente con el “Green Deal” y la directiva WEEE, que obliga a los fabricantes a responsabilizarse de la recogida y tratamiento de sus productos, pero aún falta una visión sistémica.

Las economías emergentes, por su parte, enfrentan el dilema del colapso informal: enormes vertederos donde se queman placas madre para extraer cobre y oro, con consecuencias sanitarias devastadoras, como ocurre en Agbogbloshie (Ghana) o Guiyu (China). El verdadero desafío es cómo pasar de una economía de desechos invisibles a un modelo consciente y tecnológico de reutilización de metales.

“Minería sin excavadora”: ciudades que extraen recursos sin devastar montañas

Algunas iniciativas comienzan a mostrar el potencial concreto de esta economía circular subterránea. En Japón, más del 90% de los metales presentes en los teléfonos móviles se recupera gracias a un sistema nacional de recolección y procesamiento automatizado. De hecho, para fabricar las medallas de los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, el país extrajo 30 kilos de oro, 4.100 de plata y 2.700 de bronce exclusivamente de residuos electrónicos.

En Bélgica, el centro de innovación Umicore convirtió una antigua fundición en una planta de reciclaje de alta tecnología, capaz de recuperar más de 20 metales distintos de aparatos electrónicos. Mientras tanto, Singapur desarrolló un sistema de trazabilidad que permite seguir el recorrido de cada dispositivo hasta su desmontaje final, optimizando la extracción de minerales sin impactos ambientales significativos.

En América Latina, sin embargo, los casos son incipientes. Chile, uno de los mayores exportadores de cobre, apenas comienza a explorar la minería urbana en Santiago, mientras que Colombia impulsa una ley de responsabilidad extendida del productor, sin alcanzar aún una capacidad tecnológica real. Argentina, por su parte, acumula toneladas de residuos electrónicos en espacios municipales sin planes concretos de revalorización.

Más allá de estas iniciativas, la clave está en diseñar productos pensados desde su origen para ser desmontables, con etiquetas digitales que indiquen qué minerales contienen, y con una logística inversa eficiente. En otras palabras, para que la minería urbana sea una realidad, la economía circular debe dejar de ser una teoría de residuos y convertirse en una política industrial.

En conclusión, la minería urbana es uno de los pilares menos explorados pero más urgentes de la economía circular.

Frente al agotamiento de los recursos naturales y la intensificación de la transición energética, rescatar metales estratégicos de los desechos tecnológicos puede cambiar las reglas del juego.

No se trata solo de reciclar, sino de repensar radicalmente el metabolismo material de las ciudades, haciendo que cada desecho tecnológico sea, en realidad, una veta de futuro

Referencias:

  • Fischer-Kowalski, M., & Haberl, H. (2007). Socioecological transitions and global change. Edward Elgar Publishing.
  • Stahel, W. R. (2016). The Circular Economy: A User’s Guide. Routledge.
  • UNITAR. (2023). Global E-Waste Monitor.
  • World Bank. (2020). Minerals for Climate Action: The Mineral Intensity of the Clean Energy Transition.

 

Scroll to Top
Open chat
Hola 👋
Como te puedo ayudar?