
Los minerales más codiciados por las potencias, aquellos que permiten fabricar desde misiles hasta autos eléctricos, no solo están bajo tierra: también descansan, oxidados y desapercibidos, en los vertederos del planeta. En un mundo sediento de control y tecnología, la basura podría ser el próximo gran trofeo.
“Las guerras del futuro se librarán por recursos invisibles”
Por: Gabriel E. Levy B.
El siglo XXI reconfiguró los símbolos del poder.
Si antes los imperios se erigían sobre el oro, el petróleo o el acero, hoy lo hacen sobre elementos que no brillan, no huelen y no arden: los llamados minerales de tierras raras.
Son 17 elementos químicos que, pese a su nombre, no son tan escasos como se piensa. Su rareza no radica en su existencia sino en la dificultad para extraerlos y purificarlos.
Estos minerales son indispensables para la transición energética, la industria aeroespacial, los microprocesadores y la electromovilidad.
De ellos dependen desde un iPhone hasta un F-35, desde una turbina eólica hasta una batería de Tesla.
La geopolítica lo entendió rápido.
China controla más del 60% de la producción global y cerca del 90% del procesamiento.
Estados Unidos, Japón y la Unión Europea observan con recelo este dominio, conscientes de que una interrupción en la cadena de suministro podría paralizar industrias enteras.
La invasión de Rusia a Ucrania en 2022 no solo alteró el mapa energético europeo, también expuso la vulnerabilidad occidental frente a la dependencia mineral. Según David S. Abraham, autor del libro The Elements of Power (2015),
“Los minerales son las neuronas del mundo moderno; sin ellos, las sociedades tecnológicas no podrían sostenerse”.
David S. Abraham
Un corte en su flujo sería tan letal como un ataque cibernético.
Pero mientras las potencias buscan nuevas vetas, hay una fuente subestimada que podría cambiar el juego: los residuos electrónicos.
La Geopolítica de las Tierras Raras
La geopolítica global actual está profundamente atravesada por la lucha por el control de las tierras raras, un conjunto de minerales esenciales para la tecnología moderna y la transición energética.
China, que domina más del 60% de la producción mundial y cerca del 90% del procesamiento, utiliza esta ventaja como herramienta estratégica en su guerra comercial con Estados Unidos, restringiendo exportaciones clave en respuesta a sanciones tecnológicas.
Paralelamente, la guerra entre Rusia y Ucrania también ha alterado el mapa del suministro de recursos críticos, ya que ambos países poseen reservas de minerales estratégicos, intensificando la presión sobre Europa para diversificar sus fuentes.
Así, las tierras raras han dejado de ser un recurso técnico para convertirse en un eje de poder geopolítico, donde la dependencia material redefine alianzas, conflictos y soberanías.
“La nueva minería está en la basura”
En una investigación reciente, el economista ambiental Janez Potočnik, excomisario europeo de medio ambiente, sostuvo que “la economía lineal, extraer, producir, desechar, está obsoleta.
La verdadera soberanía material requiere cerrar el círculo”. En ese cierre entra en escena el ITAD (Information Technology Asset Disposition), un sistema de reciclaje electrónico avanzado que permite recuperar metales críticos de equipos obsoletos.
Cada año, el mundo genera cerca de 60 millones de toneladas de basura electrónica, según el Global E-Waste Monitor 2024.
De esa cifra, menos del 20% se recicla de forma adecuada.
El resto se pierde o termina en vertederos contaminando el suelo y el agua.
Sin embargo, ese desperdicio encierra un potencial geoestratégico inmenso.
Un estudio del Instituto Fraunhofer (Alemania) reveló que una tonelada de smartphones reciclados puede contener más oro, paladio, neodimio y lantano que muchas minas tradicionales.
Es decir, extraer estos minerales desde la basura no solo es viable, sino que puede resultar más eficiente, menos contaminante y geopolíticamente menos riesgoso.
Los países que logren dominar esta nueva forma de minería urbana no solo reducirán su dependencia de naciones como China, sino que se posicionarán como actores claves en la economía del futuro.
La guerra por las tierras raras podría tener su tregua en los centros de reciclaje.
“La basura como arma geopolítica”
En este tablero de poder, los residuos electrónicos se están transformando en activos estratégicos.
Japón lo comprendió tempranamente.
Tras la crisis de suministro que vivió en 2010 cuando China limitó la exportación de tierras raras tras un conflicto diplomático, el país asiático invirtió millones en crear una red de reciclaje nacional.
Hoy, según datos del Ministerio de Medio Ambiente japonés, más del 60% de los metales raros que se utilizan en su industria tecnológica provienen del reciclaje interno.
Estados Unidos, rezagado en esta carrera, lanzó en 2021 el National Blueprint for Critical and Strategic Materials Recycling, una iniciativa que busca fomentar el ITAD en colaboración con universidades, laboratorios y el sector privado.
El objetivo es claro: reducir la dependencia de proveedores extranjeros y crear una economía circular que blinde al país frente a futuras tensiones.
La Unión Europea, por su parte, incorporó el reciclaje de minerales en su Green Deal como uno de los pilares para garantizar su autonomía estratégica.
En 2023, se aprobó la Critical Raw Materials Act, que exige a los Estados miembro que al menos el 15% de los minerales críticos provenga de fuentes recicladas para 2030.
Pero no todos los actores juegan limpio.
Hay indicios de que algunos países están comprando basura electrónica en el mercado negro para recuperar estos recursos por debajo del radar.
África y Asia son destinos frecuentes de estos desechos disfrazados de “donaciones tecnológicas”, lo que reproduce un nuevo colonialismo material.
“De la mina al vertedero y del vertedero al poder”
Los casos que ilustran esta transformación son variados.
En Suecia, la empresa Stena Recycling desarrolló una planta capaz de recuperar más del 90% de los metales raros contenidos en computadoras y celulares.
En Bélgica, la firma Umicore opera uno de los centros más avanzados de reciclaje de metales preciosos, siendo capaz de procesar hasta 200 mil toneladas de basura electrónica al año.
En Corea del Sur, el gobierno implementó un programa nacional de recolección y des ensamblaje electrónico con participación ciudadana, que ha convertido al país en uno de los líderes en reciclaje tecnológico.
Y en China, irónicamente el mayor productor de tierras raras, se están fomentando políticas internas de reciclaje para no depender únicamente de la minería tradicional, que tiene altos costos ambientales.
El oro del Siglo XXI
Entre los minerales más codiciados hoy en día que conforman el grupo de las tierras raras y que, sorprendentemente, pueden recuperarse en cantidades significativas de la basura electrónica, se encuentran elementos como el neodimio, el disprosio, el praseodimio, el terbio y el lantano.
Estos minerales son fundamentales para la fabricación de imanes permanentes utilizados en motores eléctricos de vehículos, turbinas eólicas, discos duros, parlantes y una vasta gama de dispositivos tecnológicos de alto rendimiento.
El neodimio, por ejemplo, es indispensable en los imanes que hacen funcionar desde auriculares hasta satélites, mientras que el disprosio y el terbio se emplean para estabilizar esos mismos imanes a altas temperaturas, lo cual los convierte en insustituibles para tecnologías militares y aeroespaciales.
El europio y el itrio, por su parte, se usan en pantallas de televisión, teléfonos móviles y sistemas de iluminación LED.
Aunque estos elementos están presentes en pequeñas cantidades dentro de cada aparato electrónico, el volumen masivo de residuos tecnológicos acumulados año tras año, más de 60 millones de toneladas a nivel mundial según la ONU, convierte a los vertederos electrónicos en verdaderas minas urbanas.
De hecho, una tonelada de circuitos reciclados puede rendir más minerales valiosos que una tonelada de mineral extraído de una mina tradicional, lo que vuelve a estos residuos no solo una fuente alternativa viable, sino estratégicamente necesaria para reducir la dependencia de las fuentes primarias controladas por unos pocos países, en especial China.
En conclusión
La próxima guerra no se librará solamente por territorios o ideologías, sino por materiales invisibles que alimentan la infraestructura del mundo moderno. En un planeta que produce más desechos tecnológicos que nunca, la basura dejó de ser un problema para convertirse en una oportunidad geopolítica. Saber quién controla los residuos electrónicos puede ser tan determinante como saber quién controla el petróleo en el siglo pasado. La soberanía del futuro podría depender de nuestra capacidad para mirar donde nadie quiere mirar: en los escombros del progreso.
Referencias
- Abraham, D. S. (2015). The Elements of Power: Gadgets, Guns, and the Struggle for a Sustainable Future in the Rare Metal Age. Yale University Press.
- Potočnik, J. (2020). Circular Economy and Critical Raw Materials. European Environment Agency.
- Global E-Waste Monitor 2024. United Nations University (UNU), ITU & ISWA.
- Fraunhofer Institute for Environmental, Safety, and Energy Technology (2023). Urban Mining and Resource Efficiency in Electronic Waste.
- Ministerio de Medio Ambiente, Japón (2022). Strategic Metals Recycling Program.
- Comisión Europea (2023). Critical Raw Materials Act.


